Creo que Colombia está viviendo una coyuntura política nunca
antes vista.
Las elecciones presidenciales de este año superaron un
récord histórico. Votaron casi 20 millones de personas, el 53% de la población
habilitada para votar. Creo que dimos un paso enorme contra el abstencionismo y
la gente está entendiendo la importancia de participar y de enarbolar esa
ilusión que llamamos democracia. Las conversaciones cada vez son más serias y
las posiciones de muchos están bien fundamentadas. Pero eso es sólo un pedazo
del país, son nuestros amigos, nuestros colegas, nuestra familia. Hay otra
parte que es corrupta, que vende su conciencia por cualquier cosa, que no lee,
que no se educa o que simplemente no le importa.
Los 19.636.714 millones de personas que votaron, escogieron
a dos candidatos: Iván Duque y Gustavo Petro. Había otros dos candidatos que
eran las mejores opciones, pero estamos en un país donde el hambre, la
corrupción, el poder y la falta de educación hacen un coctel mortal para la
democracia y donde las buenas opciones no son convenientes para la maquinaria. Petro
pasó a segunda vuelta con un poco más de la mitad de los votos de Duque.
Petro para nada es de mis afectos, no representa mis ideales
políticos en lo absoluto, no es buen gerente, es arrogante y soberbio, tuvo muchísimos
desaciertos en su administración…pero eso es manejable y esos son rasgos de la
personalidad que, si bien son peligrosos, no son mortales.
Por otro lado, está Duque. Duque es un tipo joven,
refrescante, bonito y muy inteligente. Tiene un inglés perfecto y tiene muy
buenos conocimientos sobre economía y política. Sacó adelante una Ley que a mi parecer,
es de las mejorcitas leyes de apoyo sectorial que se ha tramitado en el
Congreso y sería un buen representante del país, pero…a Duque no lo conocía nadie.
Como dice mi mamá: “a Duque lo conocían en su casa”.
Duque no es el problema. El problema es que votar por Duque,
no es votar por Duque. Si supiéramos que Duque está donde está, no porque Uribe
ahí lo puso, sino por sus propios méritos (como Fajardo y su excesivamente bella
campaña), la historia sería diferente. Pero no es así. La historia es que Duque
está donde está por Uribe y, que no se le puede patrasiar como hizo Santos,
porque Duque no tiene el poder y la familia que tiene Santos. Si Duque se le
voltea a Uribe, se muere. Sencillo. Y yo realmente estoy harta de Uribe, estoy
harta que haga con el país lo que se le da la gana, estoy harta de esa ambición
y esa sevicia innecesaria, estoy harta de la violencia, de tener miedo, de que
destruyan la naturaleza con la excusa de un concepto arcaico de aprovechamiento
de ventajas comparativas y recursos naturales. Estoy harta de que la solución
sea la muerte.
No quiero ver a mi país tirar por la borda tantos años de
negociaciones para llegar a un Acuerdo de Paz. No quiero ver todas las ramas
políticas concentradas en una sola persona. No quiero que ultrajen más la
tierra y la violen con sus máquinas infernales. No quiero más campesinos
muertos y utilizados como un simple número para alimentar su falsa sensación de
seguridad, señores uribistas.
Y sí, voy a votar por Petro por miedo a Uribe. Porque el
miedo es un sentimiento más que válido y más en un país que tiene la historia
que tiene. Vimos los horrores de la guerra (y vimos, ni siquiera vivimos,
porque a la gran mayoría no nos tocó. Le tocó a la gente por allá en el campo,
en la selva, en los pueblos donde nada tiene sentido), vimos masacres, crímenes
de lesa humanidad, hackers y falsos positivos; vimos los más grandes escándalos
de corrupción, clientelismo, narcotráfico, paramilitarismo, represión y minería
LÍCITA (¡por Dios!) del país.
Voy a votar por miedo a Uribe, porque quiero pensionarme
algún día y disfrutar de mi vejez con mi hijo y mis nietos, porque quiero que
al menos en el discurso se tenga en cuenta a los pobres, a nuevos modelos
económicos, a la naturaleza, a las opciones.
Esto va a sonar feo, pero sí, Petro fue guerrillero, Petro
no sonríe, Petro también mató gente (de verdad qué triste que en la decisión influya
cuánta menos gente mató cada uno), pero al menos él mató gente en nombre de un
ideal reformista, de un ideal democrático. Sabemos que la guerrilla fue
modificando sus ideales y que en la mayoría de los casos, terminaron siendo
grupos armados dedicados al narcotráfico, pero nacieron de la lucha por los derechos,
la igualdad y la inclusión. Los paras nacieron del deseo de venganza y de
revancha. Nada que haya nacido con la maldad en el espíritu, puede ser bueno.
Dejamos escapar la oportunidad que nos gobernaran (buenas) personas
cuyas banderas siempre han sido la educación y la paz, que estaban bien rodeados (Claudita, te amo), que han sido reconocidos por su buena gestion y sus valores. Las opciones están entre una persona que nunca ha gobernado y otra que lo ha hecho mal. Nos debatimos ahora entre cuál mató menos gente y por qué.
Teniendo lo anterior en cuenta, pensé bien y cambié mi voto. Y cambié mi voto porque me tocó, porque el candidato que quería que
fuera mi presidente no quedó, porque quedaron las dos peores opciones y hay que
votar por la menos mala y porque el voto en blanco o la abstención, no sirven para nada; porque a pesar de ser votos con convicción, no elegirán al próximo presidente de este país, y me siento responsable de votar para elegir. Cambié mi voto porque no hay de otra y porque mi orgullito
Fajardista herido, no le hace bien a mi país. Porque prefiero probar una opción
de gobierno diferente a perpetuar una guerra sin fin. Cambié mi voto porque
estoy absolutamente segura que con Duque sí no habría otro Presidente en cuatro
años. Cambié mi voto porque Duque no ha gobernado y porque viendo el vaso medio
lleno, Petro debió haber aprendido de sus errores en su administración y quizás
lo haga mejor esta vez.
En conclusión, pa’lante habitantes de este lindo platanal. Lo invito a que
vote, a que participe, a que denuncie lo que está mal, a que se pare en su
orgullo y su inteligencia y elija a conciencia el futuro del lugar donde morirá
y donde sus hijos, nietos, gatos y perros vivirán. Intentemos algo diferente, votemos por quien nos deje el espíritu tranquilo.