Hace un año, una de las mujeres más tesas que he conocido y
con la que tuve el privilegio de trabajar muy cerca, me dijo refiriéndose a mi
cumpleaños: “si comenzó diferente, será bueno”. Y sí que tenía razón.
Este año asumí grandes cambios, tomé decisiones importantes,
conocí personas espectaculares y esto naturalmente, trae grandes enseñanzas.
Déjeme contarle algunas historias.
En diciembre de 2016, terminó mi contrato. En una
publicación anterior le conté que tenía un trabajo maravilloso, que estaba
feliz y que sentía que estaba haciendo cosas importantes por el país. Los
ciclos terminan y con este trabajo, terminó también mi rato en Bogotá. Al
terminar el contrato que le menciono, empecé a buscar en qué ocuparme; reactivé
contactos, tuve entrevistas, pero nada, como por obra del universo (y estoy
segura que así fue), salió. Los presupuestos se recortaron, no aprobaron cargos
o lo que me ofrecían era suicidio (trabajar todos los días, incluso sábados,
domingos y festivos, de 7 am a mínimo 10 pm). De la nada, una persona que había
conocido en un trabajo anterior, me llamó. Me dijo que en la Secretaría de
Desarrollo Económico de Cali estaban buscando una persona y les interesaba mi
perfil y que si podíamos organizar una tele-entrevista. ¡Por supuesto Cata! Fue
mi respuesta. La organizamos, la tuvimos y ese mismo día me dijeron que querían
que trabajara con ellos. La siguiente semana yo iba a ir a Cali por otros
asuntos y les dije que me interesaba tener una entrevista personalmente y de
ser posible con el Secretario. La tuvimos, fue un lunes. Me pidieron tomar una
decisión lo más pronto posible porque tenían que organizar equipo y empezar a
trabajar inmediatamente. Lo pensé mucho, pero el miércoles siguiente, dije que
sí. Pedí dos semanas para poder organizar el regreso, y dejar Bogotá.
Tomar la decisión fue fácil. Estaba pasando por un momento
personal complicado. Tenía el corazón roto, no tenía trabajo, los ahorros
estaban agotándose, los vecinos me mandaron a Comité de Convivencia del
conjunto porque Juan Martín jugaba con un carrito y les molestaba, ah y me iban
a llamar a la Policía de Infancia y Adolescencia porque él lloraba mucho y eso
seguro era que lo estaba maltratando. Quería alejarme de dinámicas dañinas que
me estaban quitando toda la energía y me estaban enfermando. Además, siempre
creí que Bogotá no era el lugar para criar un hijo. Es decir, siendo niña
conocí otras cosas. Sabía lo que era mojarme con una manguera en una tarde
calurosa, sabía lo que era una mañana de piscina (sin necesidad de
climatización o encierro), o un río. Sabía lo que es conocer a tus vecinos y
hacerlos tus amigos. No quería más trancones, no quería más frío.
La historia en resumidas cuentas es que regresé a mi
tierrita después de casi ocho años. La enseñanza es que uno no debe
acostumbrarse a lo que no lo hace feliz. A veces entramos en zonas de comodidad
que nos alejan de los grandes retos y de la inmensa autoconfianza que llega con
asumir las decisiones y con hacerlo de la manera correcta…de la felicidad y la tranquilidad que da
avanzar.
También aprendí que hay que confiar en la vida, en el
universo, en Dios. Si uno de verdad quiere las cosas, sólo basta con pedirlas y
esperar a que llegue el momento correcto. Si no llega, es porque no es
conveniente, y hay que aceptarlo. Es difícil soltar el control, es difícil
fluir, pero si no se aprende a hacerlo, la vida se convertirá en una lucha
constante…y luchar agota. No vale la pena vivir cansado.
Las siguientes enseñanzas vienen de una situación
particular, que uno no cree que puede aportar tanto: el trasteo. Un trasteo es
una oportunidad envidiable de poner en orden las cosas, la vida. Uno TIENE que
organizar y deshacerse de lo innecesario.
Mi último trasteo que como le comenté fue bien profundo, y
digo profundo porque fue grande y fue lejos (desde Bogotá hasta Palmira), me
enseñó varias cositas útiles.
Me desprendí de cinco bolsas gigantes de basura, dos bolsas
grandes de ropa usada para donar, una bolsa de juguetes que Juan Martín no
usaba, también para donar, e infinidad de papelitos y cositas que ni siquiera
sabía que tenía. Sin más vueltas, aprendí lo siguiente:
- #EnseñanzaDeLosTrasteos no compre más sombrillas, en serio. Las tiene todas en su casa. Búsquelas bien, es todo.
- #EnseñanzaDeLosTrasteos uno evidencia algunos…problemillas que ya sabe que tenía, pero que no creía que era tan grave. Trabaje en ellos.
- #EnseñanzaDeLosTrasteos de veras, no es necesario acumular tanta basura. Uno puede cada año ir deshaciéndose de las cosas innecesarias que se llena todos los días.
- #EnseñanzaDeLosTrasteos en algunos casos hay que hacer doble filtro. Uno sigue apegándose a muchas cosas que al final, sabe no va a usar. ¡Bótelas!
- #EnseñanzaDeLosTrasteos hay muchos recuerdos que sí son valiosos y que uno por descuido guarda. Saque esas fotos, enmárquelas, véalas todos los días. Acuérdese de los momentos lindos que ha tenido en su vida. Llénese de motivos
- #EnseñanzaDeLosTrasteos acostúmbrese a compartir sus bendiciones. Hay mucha ropa que usted ya no usa y que por apego, pereza o negligencia, guarda. También hay muchas personas que no tienen con qué comprar un pantalón o unos zapatos. Es evidente el punto, además le ayuda para que cuando se vaya a mudar, no se desgaste tanto.
La siguiente historia tiene que ver con esas bendiciones que
vienen con salir de la comodidad.
Al regresar a la tierrita, pues obviamente aterricé en mi
casa…bueno, la casa de mi familia. Mis cosas están en la casa de mi mamá y
estamos viviendo donde mi tía. No es cómodo; no es mi espacio, no es mi cama,
no son mis cuadros, no es el lugar que me tomó tanto tiempo construir y que de
un momento para otro…desapareció. Desapegarse es difícil, cero traumático, pero
complicado. Sin embargo, y dado que el bolsillo estaba bastante golpeado, la
decisión fue quedarnos en Palmira mientras me recuperaba (por supuesto,
trabajando en Cali, quería vivir allá, ya suficiente había tenido con atravesar
ciudades para llegar a casa). Esto me puso a buscar jardín o colegio para Juan
Martín.
Un Jardín Infantil en Palmira, es imposible! Visité varios, ninguno me
gustó. Un día una compañera de la oficina me preguntó cómo iba con eso y le
conté que no había podido encontrar algo que me gustara, pero que estaba
pensando en visitar colegios a ver qué me ofrecían; me sugirió hablar con otro
compañero, ya que él tenía conexiones con el Montessori (es sino el mejor, por
ahí el segundo). Hablé con él y me ayudó a organizar una reunión con la
Directora del colegio. Lo visité, me gustó y decidí que Juan Martín estudiaría
ahí.
No muchos días después, mi compañero me dijo: “ve, le
conseguí media beca a tu hijo”. Para mi sorpresa, con esa media beca, no tuve
que pagar un solo peso por los tres meses que el gordo estudiaría mientras se
acababa el año escolar.
Pero las bendiciones no pararon ahí. Se terminó el año y mi
compañero, llamémosle de ahora en adelante Jay (:P) para no sonar tan
impersonales, me dijo: “¿vos vaja seguir en Palmira?, ¿vaja seguir en el
colegio?” (sí, así, bien caleñazo él)...la respuesta era casi evidente pero
realmente, sentí pena. No me ha gustado nunca pedir favores, “rogar” por cosas,
pero Jay es una persona supremamente accesible que genera mucha confianza y no
fue tan difícil decir que lo más probable era que sí, al menos por ahora. Este hombre
de corazón silencioso y generoso, me dijo: “ve, le conseguí beca completa a tu
hijo”. Para el próximo año lectivo tuve que pagar $15.000 del seguro…fue todo.
Es de lejos el mejor regalo que me han dado (Juan Martín ahora
no alcanza a dimensionar lo que esto significa). Yo soy una persona muy…inquieta
por el aprendizaje. Me gusta leer (por cierto, me metí a un club de lectura,
luego le cuento de eso), me gusta aprender cosas nuevas todos los días, me
gusta ver más allá de lo evidente, y pues la educación es lo único que lo
permite; me dio en la vena del gusto. Hay en el mundo muchas personas que dan
sin esperar nada a cambio y hacen el bien sin dimensionar el impacto que pueden
tener en la vida de los otros. Eso pasa con Jay y su familia. Agradecimientos eternos
a este hombre y a su madre.
Las otras historias, que las voy a hacer más bien cortas
porque ya como que me estoy extendiendo mucho, tienen que ver también con el
desprendimiento, esta vez de personas. No sólo liberarse de fueros internos, de
pensamientos o de actitudes, le sirve a uno para caminar tranquilo. Las personas
de las que uno se rodea y sus energías, son determinantes para el crecimiento
personal.
Es increíble que una sola persona pueda ejercer tanta
influencia en tu ser, que haga que vivás triste, desconectado, aburrido y
decepcionado. Muchos dirán que todo depende de uno, que la felicidad depende
exclusivamente de la persona, no de factores externos (alguna vez hasta
ecuaciones me hicieron para que “lo entendiera”), pero yo si creo que lo que
está afuera influye en gran medida en lo que está adentro. Todo el tiempo
estamos intercambiando vibras con el universo; todo empieza con el
procesamiento de las ideas que recibimos a través de los sentidos: el pensamiento.
Así como uno piensa, siente; es sencillo, son procesos químicos que se generan
desde el cerebro y se irrigan en el cuerpo. Así como sientes, vibras y así como
vibras, atraes. Todo es un ciclo, y negarlo, es dejar de fluir. Otra cosa es
que hay que fortalecer mucho el pensamiento para que las ideas negativas que
recibimos del exterior, no influyan en nuestro ser, pero no creo ser la única
que eso se le dificulta. Si no fuera así, la industria de la moda, de la
cosmética, los medios de comunicación, los estereotipos o la religión, no
fueran tan redituables; pero esto es harina de otro costal de la que podemos
hablar después.
Las historias, resumiendo, es que por primera vez en mi vida
corté relaciones que no aportaban a mi vida. Dos amigos y un amor. No sé si me
estoy volviendo más estricta, cansona o más práctica, pero no quiero estar
cerca de personas que me traen más molestias e incomodidades, que recuerdos
bonitos y agradables. Es difícil renunciar a las ilusiones, al “what if”, a la
idea de un futuro diferente, pero eso hace parte del mismo ir y venir de la
vida, de entender que “todo tiene su tiempo y todo lo que se quiere debajo del
cielo, tiene su hora”. Renunciar a mis amigos, fue más fácil. Es como si la vida
solita fuera mostrando de a poquitos, quiénes son para siempre y quiénes no. Este
año se ha caracterizado por eso. Dos personas con las que sostuve “amistades”
de más de 10 años, demostraron que la confianza y la lealtad, toma incluso más
que décadas.
Por otro lado, la vida me compensó. Mi mejor amiga ahora
está conmigo, trabajando codo a codo en Cali, también en la Secretaría. NADA
iguala sentir ese respaldo todos los días. Larga vida y prosperidad para vos, ¡AMIGA!
Ya para cerrar, pues no es ni una historia, es más bien como
una situación que estoy viviendo. En Bogotá aprendí muchas cosas, fue una escuela
tremenda que me hizo ser una muy buena profesional. Quise ahora aplicar todo
eso en mi tierra, mi región, mi ciudad. Soy un muy buen elemento; hemos
conseguido cosas grandes, hemos apalancado muchos recursos sólo con gestión,
hemos demostrado que valemos todos los pesos que nos pagan (y digo hemos,
porque ahora soy “jefe”, luego también le cuento lo que esto ha significado en
mi vida, ¡qué reto!). La situación es, como puede ver, tengo el ego por las
nubes, la autoconfianza en el máximo nivel y la ambición apoderándose hasta de
los tuétanos. Esto, intentando ser sensata, no está del todo mal. Pero tengo
mucho miedo de llegar a ser arrogante, altiva y terca. “Lo que sube como palma,
baja como coco”, dicen por ahí. Temo que mi totazo sea fuerte.
Faltan muchas cosas que contar, apreciadísimo lector, pero no
le voy a volver a prometer que escribiré más seguido, porque no sé si pueda
cumplirle. Ya ve, la última fue hace un año, la penúltima como tres, pero ¡mil gracias
por leerme a pesar de la itinerancia!
Nos volveremos a encontrar un una próxima situación que
amerite gastarle su tiempo.
Buen día y buena vibra, queridísimo lector!