10 de agosto de 2011

Sobre el tiempo y el olvido

10 de agosto de 2011


Pasan deprisa los años, como si realmente el tiempo estuviese condensado en arena que se escapa fácil de las manos, que simplemente se va yendo como los momentos que podrían vivir escondidos en algún lugar de la memoria. Podrían, claro, el problema está en volverlos a hallar.

Cosas que quiero olvidar permanecen y las que quiero recordar se esfuman. Será que la vida quiere enseñarme algo con ese mal? Será que no es cuestión de olvidar sino de aprender a vivir con los recuerdos como dice mi querida amiga? Será que los recuerdos es lo que tenemos de nuestra vida y son ellos la evidencia de nuestro paso por la tierra y del paso del tiempo en nuestra existencia? Y si no recuerdo es como si estuviera muerta? Como si no tuviera vida?

El tiempo se manifiesta de muchas formas, en algunos canas y en otros arrugas…o ambos si han sido muchos los amaneceres. En otros se manifiesta en la sabiduría de sus palabras o en lo acertados de los consejos. En otras personas aún menos afortunadas, en el hígado colapsado o en hijos regados. Para otros (mis favoritos), el paso del tiempo se ve en libros…grandes bibliotecas llenas de libros sin leer, que huelen a polvo y humedad. Libros con hojas amarillas acaecidas por el tiempo…tiempo que pasa y que olvida, así como se olvidan las caras, los números, las calles, los lugares o las letras.

Caras inconsistentes, lugares borrosos, palabras olvidadas.

A veces me gustaría olvidar que alguna vez sentí el dolor de la traición o la tristeza de la oportunidad que desperdicié, pero a veces también olvido que son todas esas cosas que tanto dolieron las que me enseñaron a vivir en paz.

A veces siento que recuerdo con más frecuencia lo malo que lo bueno y la incomodidad en vez de la oportunidad; las lágrimas ese 13 de septiembre o la angustia ese 24 de julio. Me acuerdo más de eso que de su sonrisa el 13 de febrero o sus palabras al lado de la lavadora. Creo que es porque el dolor se recuerda con más facilidad que la alegría, porque la tristeza deja heridas y la alegría tranquilidad; y sí, las heridas se cierran y ahí está la cicatriz para también ayudarnos a recordar que por ese camino no se puede andar porque uno se cae.

Porque a veces creemos que hicimos daño, y en personas como yo, el hacerle daño a las personas que amamos es peor que flagelarnos con cigarrillos. Y duele más el dolor del alma que el del cuerpo, porque el de adentro estará ahí cuanto tiempo queramos.

A veces los seres humanos nos olvidamos que somos fuertes, a veces olvidamos que hay bondad en nuestro corazón o a veces nos imbuimos tanto en el mundo que nos olvidamos de nosotros mismos. A veces recordamos más nuestros defectos que nuestras virtudes y también olvidamos que todos los días son una oportunidad para no olvidar…porque la hora, el minuto, la letra de la canción que sonaba o la gente que estaba alrededor en ese momento que nos marcó la vida, eso se olvida, pero la lección que sacamos de ello (si es que estuvimos atentos), no.